Ahora hemos creado un grupo, también en FB (https://www.facebook.com/groups/582386111857901/members/) al que os invitamos a uniros.
Esperamos poco a poco ir entrando en contacto con todos y a la vez seguir creciendo y disfrutando de rutas como la del pasado sábado por el Valle alto del Lozoya en la Sierra de Guadarrama.
Era la tercera visita a los amigos de Caballos del Valle y las expectativas se cumplieron con creces.
Con la primavera, sus lluvias y su sol comenzando a insuflar nueva vida, el Valle del Lozoya estaba precioso. Agua por todos lados, el río hasta arriba, nieve en las cumbres y los primeros brotes apareciendo en fresnos, álamos, robles y el resto de la abundante vegetación.
Para ir abriendo boca Marta nos empujó a una galopada a lo largo de lo que parecía un estrecho río pero que en realidad es un camino anegado por los abundantes manantiales que brotan por todos lados y al que las tapias de las fincas colindantes convertían en un canal.
Al poco, los novatos del grupo tuvieron la primera "gran aventura", así al menos solemos describir todos la primera vez que se cruza un río a caballo, y en este caso, cruzar el Lozoya, varias veces, por distintos puntos y con el agua con esa fuerza, es para recordar.
Después de atravesar varias prados comunales, subir por caminos que sólo Juanjo conoce y abrir y cerrar varias cercas (hay que ser cuidadosos y evitar que los animales escapen de sus fincas) bajamos hacia el embalse de Pinilla. En una de las praderas de alrededor aprovechamos para hacernos la foto de "familia" observados por un nutrido grupo de buitres que sobrevolaba muy cerca de nuestra vertical sin duda oteando alguna pieza cercana.
A la vuelta del embalse pasamos por las praderas por las que pastan en completa libertad varios grupos de caballos a los que no debió hacer ninguna gracia nuestra intromisión en sus tierras. El lider de la manada con un trote amenazador y cara de pocos amigos se dirigió hacia nosotros pero Juanjo, con decisión y una buena rama en la mano le debió convencer de que no teníamos ninguna intención de perturbar por mucho tiempo su tranquilidad porque enseguida se dio la vuelta.
Después de subir por varios caminos serpenteantes, jalonados de robles de poco porte, llegamos a la pradera en la que se asienta la ermita de Santa Ana. Iniciamos la bajada de nuevo hacia el río, atravesamos varios prados y varias veces tuvimos que pasar junto a impresionantes ejemplares del numeroso ganado vacuno que pasta por toda la zona. Aprovechamos algunos de sus abrevaderos para dejar que bebieran nuestras monturas.
Para entonces Sergio, Alejandra y Natalie no salían de su asombro ante el completo día que estaban teniendo, seguro que no hacen otra ruta con tantas actividades en mucho tiempo.
Esta vez hubo que andar poco para encontrar un merendero digno de la excelente ruta que acabábamos de realizar. Dimos cuenta de unos buenos bocadillos comidos con más hambre que vergüenza acompañados de las ricas y ya tradicionales patatas de Teresa y del idílico rumor musical del Lozoya del que estábamos a escasos metros ... y a preparar la próxima.
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