Amaneció un día precioso, a pesar de estar en mayo el día fue totalmente de verano pero sin el rigor ni la calima característica de esa estación.
Yo, como siempre me pasa, corriendo y solucionando las últimas tareas domésticas para ser puntual. Cuando Luna, Juan y yo llegamos a Oteruelo, Teresa y Ana ya habían llegado.
Fue una gran alegría volver a coincidir de nuevo. Al grupo se incorporaron el inminente papá Jose y los que acababan de estrenar paternidad, Rafa y Cristina. Como siempre acompañados por Juanjo, un guia 10.
En esta ocasión me tocó montar a "Jarco"un precioso potro español de 5 años, tordo rodao. Pese a tener mis temores por aquello de la juventud del caballo y su posible inexperiencia y "miedos" acabé encantado con él.
Como todos los caballos de Juanjo en "Caballos del Valle" ya estaba perfectamente domado. No me dió ni un sólo problema y para colmo resultó comodísimo en el trote y con un galope corto espectacular para poder ir admirando a la vez el paisaje. Hacía mucho que no disfrutaba tanto sobre un caballo.
Todas las rutas posibles por el valle son de una belleza espectacular, pero ésta, si cabe, aún era más vistosa. Se trataba de dirigirnos a través de varias praderas y bosques de robles a la ermita de San Miguel. Esperandonos teníamos al "guardián" del templo, tumbado a la sombra y con una cornamenta digna de cualquier "Vitorino".
Un poco más adelante una manada de caballos en libertad que José, uno de los mayores ganaderos de la zona, tiene pastando en las praderas que todavía conservan un verde intenso, delicia del ganado.
El calor apretaba y aprovechamos los numerosos abrevaderos de la zona para dar agua a nuestras monturas. Con gran envidia veíamos como ellos bebían un agua fresca y limpia que caía de un tubo de agua cristalina que llenaba los pilones.
Los bosques de robles en esta época están impresionantes. Los arboles ya han vuelto a cubrirse de hojas y el suelo conserva toda la riqueza.
Dejamos a la derecha La Morcuera y enfilamos en dirección al embalse de Pinilla.
En el valle también abunda el ganado vacuno. Por desgracia cada vez quedan menos ganaderos. Cuando se jubilan muchas de las explotaciones desaparecen al no continuar los hijos que prefieren emigrar a las ciudades. Así ha pasado con varios conocidos de Juanjo.
A pesar de ello, todavía hoy no hace falta andar mucho para dar de bruces con alguna manada. Una de las que nos encontramos disponía de un enorme semental que posiblemente pasaba de los 600 kilos y que "vigilaba" su harén.
Después de dos maravillosas horas un refrescante paseo por el río Lozoya dejando que nuestros caballos chapotearan y se refrescaran.
De vuelta a las cuadras, primero nos bebimos la mitad de las existencias de cerveza y agua de la tienda del pueblo y después una reparadora comida en el cobertizo de la hípica. Como siempre pasa en las comidas campestres se volvió a cumplir esa regla no escrita pero auténtica de comer mucho más que cualquier otro día normal y es que se hace dificil después de comer lo propio no probar lo de los
demás, sobre todo cuando son viandas tan apetitosas como los mejillones con patatas fritas de Luna, el membrillo con queso de Ana o los hojaldres de Teresa.
El colofón fue un café en uno de los bares del pueblo mientras Juan y Luna nos daban una interesante sesión sobre los beneficios de la terapia bionergética y la piramidoterapia. A la vista de las excelencias de dicha terapia y los beneficios curativos que nos comentaron, creo que todos acabamos con ganas de pedirles cita para una sesión.
Y calendario en mano para buscar día para la próxima ruta, levantamos el campamento y nos volvimos cada uno a nuestro "olivo".
domingo, 11 de mayo de 2014
lunes, 7 de abril de 2014
Hay vida después de Plannic
Después del cierre de Plannic, en donde teníamos alojado el grupo, hemos tenido que mantenernos en contacto como se ha podido. Por desgracia sólo teníamos el correo electrónico de unos pocos. Algunos han visto las últimas convocatorias en Facebook,(https://www.facebook.com/locosporloscaballos.ymas), otros por el teléfono y san whatsapp pero muchos se han quedado desconectados.
Ahora hemos creado un grupo, también en FB (https://www.facebook.com/groups/582386111857901/members/) al que os invitamos a uniros.
Esperamos poco a poco ir entrando en contacto con todos y a la vez seguir creciendo y disfrutando de rutas como la del pasado sábado por el Valle alto del Lozoya en la Sierra de Guadarrama.
Era la tercera visita a los amigos de Caballos del Valle y las expectativas se cumplieron con creces.
Con la primavera, sus lluvias y su sol comenzando a insuflar nueva vida, el Valle del Lozoya estaba precioso. Agua por todos lados, el río hasta arriba, nieve en las cumbres y los primeros brotes apareciendo en fresnos, álamos, robles y el resto de la abundante vegetación.
Para ir abriendo boca Marta nos empujó a una galopada a lo largo de lo que parecía un estrecho río pero que en realidad es un camino anegado por los abundantes manantiales que brotan por todos lados y al que las tapias de las fincas colindantes convertían en un canal.
Al poco, los novatos del grupo tuvieron la primera "gran aventura", así al menos solemos describir todos la primera vez que se cruza un río a caballo, y en este caso, cruzar el Lozoya, varias veces, por distintos puntos y con el agua con esa fuerza, es para recordar.
Después de atravesar varias prados comunales, subir por caminos que sólo Juanjo conoce y abrir y cerrar varias cercas (hay que ser cuidadosos y evitar que los animales escapen de sus fincas) bajamos hacia el embalse de Pinilla. En una de las praderas de alrededor aprovechamos para hacernos la foto de "familia" observados por un nutrido grupo de buitres que sobrevolaba muy cerca de nuestra vertical sin duda oteando alguna pieza cercana.
A la vuelta del embalse pasamos por las praderas por las que pastan en completa libertad varios grupos de caballos a los que no debió hacer ninguna gracia nuestra intromisión en sus tierras. El lider de la manada con un trote amenazador y cara de pocos amigos se dirigió hacia nosotros pero Juanjo, con decisión y una buena rama en la mano le debió convencer de que no teníamos ninguna intención de perturbar por mucho tiempo su tranquilidad porque enseguida se dio la vuelta.
Después de subir por varios caminos serpenteantes, jalonados de robles de poco porte, llegamos a la pradera en la que se asienta la ermita de Santa Ana. Iniciamos la bajada de nuevo hacia el río, atravesamos varios prados y varias veces tuvimos que pasar junto a impresionantes ejemplares del numeroso ganado vacuno que pasta por toda la zona. Aprovechamos algunos de sus abrevaderos para dejar que bebieran nuestras monturas.
Para entonces Sergio, Alejandra y Natalie no salían de su asombro ante el completo día que estaban teniendo, seguro que no hacen otra ruta con tantas actividades en mucho tiempo.
Esta vez hubo que andar poco para encontrar un merendero digno de la excelente ruta que acabábamos de realizar. Dimos cuenta de unos buenos bocadillos comidos con más hambre que vergüenza acompañados de las ricas y ya tradicionales patatas de Teresa y del idílico rumor musical del Lozoya del que estábamos a escasos metros ... y a preparar la próxima.
Ahora hemos creado un grupo, también en FB (https://www.facebook.com/groups/582386111857901/members/) al que os invitamos a uniros.
Esperamos poco a poco ir entrando en contacto con todos y a la vez seguir creciendo y disfrutando de rutas como la del pasado sábado por el Valle alto del Lozoya en la Sierra de Guadarrama.
Era la tercera visita a los amigos de Caballos del Valle y las expectativas se cumplieron con creces.
Con la primavera, sus lluvias y su sol comenzando a insuflar nueva vida, el Valle del Lozoya estaba precioso. Agua por todos lados, el río hasta arriba, nieve en las cumbres y los primeros brotes apareciendo en fresnos, álamos, robles y el resto de la abundante vegetación.
Para ir abriendo boca Marta nos empujó a una galopada a lo largo de lo que parecía un estrecho río pero que en realidad es un camino anegado por los abundantes manantiales que brotan por todos lados y al que las tapias de las fincas colindantes convertían en un canal.
Al poco, los novatos del grupo tuvieron la primera "gran aventura", así al menos solemos describir todos la primera vez que se cruza un río a caballo, y en este caso, cruzar el Lozoya, varias veces, por distintos puntos y con el agua con esa fuerza, es para recordar.
Después de atravesar varias prados comunales, subir por caminos que sólo Juanjo conoce y abrir y cerrar varias cercas (hay que ser cuidadosos y evitar que los animales escapen de sus fincas) bajamos hacia el embalse de Pinilla. En una de las praderas de alrededor aprovechamos para hacernos la foto de "familia" observados por un nutrido grupo de buitres que sobrevolaba muy cerca de nuestra vertical sin duda oteando alguna pieza cercana.
A la vuelta del embalse pasamos por las praderas por las que pastan en completa libertad varios grupos de caballos a los que no debió hacer ninguna gracia nuestra intromisión en sus tierras. El lider de la manada con un trote amenazador y cara de pocos amigos se dirigió hacia nosotros pero Juanjo, con decisión y una buena rama en la mano le debió convencer de que no teníamos ninguna intención de perturbar por mucho tiempo su tranquilidad porque enseguida se dio la vuelta.
Después de subir por varios caminos serpenteantes, jalonados de robles de poco porte, llegamos a la pradera en la que se asienta la ermita de Santa Ana. Iniciamos la bajada de nuevo hacia el río, atravesamos varios prados y varias veces tuvimos que pasar junto a impresionantes ejemplares del numeroso ganado vacuno que pasta por toda la zona. Aprovechamos algunos de sus abrevaderos para dejar que bebieran nuestras monturas.
Para entonces Sergio, Alejandra y Natalie no salían de su asombro ante el completo día que estaban teniendo, seguro que no hacen otra ruta con tantas actividades en mucho tiempo.
Esta vez hubo que andar poco para encontrar un merendero digno de la excelente ruta que acabábamos de realizar. Dimos cuenta de unos buenos bocadillos comidos con más hambre que vergüenza acompañados de las ricas y ya tradicionales patatas de Teresa y del idílico rumor musical del Lozoya del que estábamos a escasos metros ... y a preparar la próxima.
miércoles, 12 de marzo de 2014
Por los Montes de El Pardo
Primer fin de semana de sol en Madrid después de varias semanas de intensas lluvias y nos lanzamos al campo como "poseidos". Y el resultado no pudo ser mejor.
En primer lugar hay que decir que montar a caballo a 8 kms de la Puerta del Sol es un auténtico lujo, nada caro por cierto.
Si le añadimos el magnífico mar de encinas por el que cabalgamos, el espléndido sol que nos acompañaba y que los caballos resultaron ser unos preciosos y nobles arabes, entendereis que todos los mimbres estaban preparados para una magnífica obra.
La gente de Rancho Montecarmelo resultó de lo más amable y sus caballos ideales para realizar una agradable ruta. La mayoría con bastante sangre árabe, ágiles, nobles, rápidos cuando se les pedía y resistentes.
Y de El Pardo ¿qué voy a decir?. Lugar de recuerdos imborrables de la niñez cuando la familia acudía numerosos domingos a comer bajo sus encinas, unas veces, o en sus pinares, otras; y a ver los numerosos venados, jabalies y demás fauna abundante.
El Monte de El Pardo está formado por lomas pequeñas y onduladas, que bajan en suave pendiente hacia el valle del Manzanares, que lo atraviesa de norte a sur.
Se trata de un bosque mediterráneo continentalizado, integrado por encinares que dejan paso a alcornoques, fresnos, chopos, quejigos, enebros y jaras.
En primer lugar hay que decir que montar a caballo a 8 kms de la Puerta del Sol es un auténtico lujo, nada caro por cierto.
Si le añadimos el magnífico mar de encinas por el que cabalgamos, el espléndido sol que nos acompañaba y que los caballos resultaron ser unos preciosos y nobles arabes, entendereis que todos los mimbres estaban preparados para una magnífica obra.
La gente de Rancho Montecarmelo resultó de lo más amable y sus caballos ideales para realizar una agradable ruta. La mayoría con bastante sangre árabe, ágiles, nobles, rápidos cuando se les pedía y resistentes.
Y de El Pardo ¿qué voy a decir?. Lugar de recuerdos imborrables de la niñez cuando la familia acudía numerosos domingos a comer bajo sus encinas, unas veces, o en sus pinares, otras; y a ver los numerosos venados, jabalies y demás fauna abundante.
El Monte de El Pardo está formado por lomas pequeñas y onduladas, que bajan en suave pendiente hacia el valle del Manzanares, que lo atraviesa de norte a sur.
Se trata de un bosque mediterráneo continentalizado, integrado por encinares que dejan paso a alcornoques, fresnos, chopos, quejigos, enebros y jaras.
Dada su
condición histórica como coto de caza, las especies cinegéticas son
abundantes, tanto las de caza menor (conejo, perdiz roja, paloma
torcaz...) como mayor (ciervo, gamo, jabalí...).
El Rancho se encuentra a escasos metros de la tapia que circunda El Monte, la atravesamos por una zona en la que está derruida y al poco pasamos junto a la Quinta del Duque, residencia de importantes miembros de la nobleza del XVII y XVIII con unos jardines diseñados al estilo de los de la Granja de San Ildefenso.
Valy, nuestro amable guia, se esforzaba en contarnos anécdotas de su relación con los caballos y de su estancia en España.
En justa compensación, por nuestra parte le contamos algo de historia de España aprovechando las cercanías al palacio, residencia del, tantos años, dictador.
Las mellizas Marta y Adriana disfrutaron del paseo y nada más llegar hablaron con los responsables del Rancho para comenzar en breve a dar clase con ellos.
Las mellizas Marta y Adriana disfrutaron del paseo y nada más llegar hablaron con los responsables del Rancho para comenzar en breve a dar clase con ellos.
Teresa, por su parte, se habría quedado montando todo el día si la hubieran dejado, como no era posible se contentó haciendo planes para cuando le toque la lotería.
Después de la ruta, aprovechando la buena temperatura, buscamos un sitio para comer bajo unos pinos y terminamos en la terraza de un merendero tomando un café con hielo que nos supo a gloria y nos permitió ver el calendario y planear la próxima ruta .... probablemente el próximo día 5 de abril por el valle del Lozoya.
Después de la ruta, aprovechando la buena temperatura, buscamos un sitio para comer bajo unos pinos y terminamos en la terraza de un merendero tomando un café con hielo que nos supo a gloria y nos permitió ver el calendario y planear la próxima ruta .... probablemente el próximo día 5 de abril por el valle del Lozoya.
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